Cecilia Barraza: “Me hubiera gustado ser Madame Bovary”
Hoy Cecilia Barraza se retira de los escenarios. Han pasado 48 años, pero no han sido suficientes para disfrutar de su talento, su simpatía, su dulzura. Comenzó su carrera en 1971, ha realizado seis producciones, se ha presentado en todo el Perú, en Estados Unidos (donde pasó un verano en Nueva York, justamente el año en que El Gran Combo lanzó dicha canción), en la Unión Soviética, ha vivido en Bolivia, ha estado en la radio, la televisión, y en todo este tiempo ha recibido el cariño de su público, que la quiere, la aclama y abarrota sus presentaciones, incluida la de esta noche, cuyas localidades se agotaron hace un mes. Cecilia Barraza se va por la puerta grande.
Se ha cumplido mi sueño de entrevistarte después de dieciocho años de conocernos, desde que era flaco y menor de edad.
Eras un niño, me acuerdo, me mirabas con mucha admiración, me encantó eso de ti, presentía que eras un chico sumamente inteligente, y no porque me admiraras sino porque tus ojos brillaban de inteligencia, tus manos, tu calidez decían mucho de ti. Nunca me olvidé de ese nombre: Luis, Luisito, ahora me encuentro con que ya es un hombre hecho y derecho, ha engordado un poquito, tiene una esposa lindísima y una bebé hermosa. Así es que me siento super contenta de estar contigo.
Anuncias tu retiro de los escenarios, pero quisiera creer este no es tu retiro definitivo.
Ahora nada es definitivo, como verás. Aquí en Perú, nada es definitivo; pero lo mío en cuanto a teatros, sí, en cuanto a lugares donde se hacen espectáculos, como que le he tomado un poco de nervios, no sé si pánico escénico, sea teatro grande o pequeño, le he tomado un poco de temor, y siento mucha tensión cuando voy a hacer esas actuaciones. Para eso sí definitivamente me retiro, pero actuaciones privadas sí voy a seguir haciendo. En el teatro, ya no me verás, corazón, ya no me verán.
Es paradójico porque cuando te presentas en el teatro, no solamente está completamente lleno (como ocurrió con la reciente fecha doble en el Santa Úrsula), sino que uno ve una frescura y una espontaneidad en el escenario, además de una correspondencia, porque el público te quiere y te recibe y celebra tus bromas, que son frecuentes en el escenario.
Todos los artistas tenemos un temor que es propio, en mi caso se ha vuelto más crónico que en otros. Pero cuando empiezo a cantar, siento el aplauso, ya te da esa confianza, haces la segunda canción, hablas con la gente, sientes que está contigo la gente, la capturas y ya no la sueltas, y es ahí donde uno se suelta y puede decir lo que uno desea.
Me llama la atención la originalidad de los nombres de tus producciones: Cecilia Barraza (1971), Cecilia Barraza Vol. II (1974), Cecilia Barraza Vol. III (1977), y para el cuarto volumen… Yo, Cecilia Barraza (1981).
Que no lo puse yo, porque estaba de viaje. En esa época estaba de moda una serie que se llama Yo Claudio. Mi mamá, con el señor Enrique Lynch (director musical), se ponen de acuerdo y le pusieron Yo, Cecilia Barraza; yo le dije: “¡Cómo se te ocurre!”. Siempre he sido perfil bajo, nunca he sido “Yo, yo”.
O sea que lo que iba a ser Cecilia Barraza Vol. IV se transformó en Yo, Cecilia Barraza.
¡Efectivamente!
Tu último espectáculo se va a llevar a cabo en el Gran Teatro Nacional.
Esto es el 31 de octubre en el Gran Teatro Nacional a las ocho de la noche. Voy a recorrer toda mi carrera, desde Trampolín a la fama, se escuchará la voz de Augusto Ferrando anunciándome, como un juego; cantaré las canciones que me llevaron al triunfo en Trampolín a la fama. Después recorreré mis presencias en diferencias ámbitos; me acuerdo haber hecho café teatro con Regina Alcover y Cecilia Bracamonte, hicimos Tres mujeres para un show, y eso también va a pasar porque va a haber una pantalla donde están grabadas en esa época, cuando todas éramos niñas, y ahora apareceremos como estamos ahora: doblemente niñas. Y así, iré avanzando: mis viajes, la presencia de Chabuca Granda, mi vida, las canciones de Andrés Soto, el significado que tuvieron. Y voy a invitar en persona a José Escajadillo, él es muy amigo de la familia, de mis hermanos Carlos y Miguel, él va a cantar una canción suya y yo voy a cantar dos valses suyos. Vamos a jugar como cuando hacía Cántame tu vida. Antes de eso vamos a hacer como si estuviéramos en Mediodía criollo, donde estuve cinco años (2001-2006).
Hablando de Chabuca Granda, me imagino que te llamó la atención por cantar Cardó o ceniza a los veinticuatro años.
La grabé a los veinticuatro, pero la hice antes. De todas maneras, era una chica. Chabuca decía: “Esa canción es para señoras”, efectivamente, habla del amor de una mujer que podía ser la mamá del hombre del que se enamoró: Violeta Parra, la folklorista chilena. Justamente por eso, me dijo “No la vas a sentir”, y tuvo razón, porque pasaron los años y, curiosamente, yo me enamoré y tuve una relación con una persona a la que le llevaba bastantes años, creo que dieciocho, y ahí me di cuenta que ella tenía razón. O sea que ahora la grabaría mejor.
Chabuca Granda es una compositora recurrente a lo largo de tu discografía, así como Alicia Maguiña, José Escajadillo, últimamente Lourdes Carhuaz. Hay un grupo de compositores que sueles interpretar y que van a estar presentes en tu último espectáculo. Nos adelantaste que va a estar José Escajadillo, de quien cantas El sueño de Pochi, Tal vez, Perdóname, Jamás impedirás. Pero va a estar otro compositor también.
José Villalobos Cavero, más conocido como Don Pepe. Él es un criollazo, tiene ya ochenta y nueve años, él nació en Barrios Altos, canta esos valses barrioaltinos, tiene el sabor propio de los barrioaltinos. También ha hecho festejos que los hizo muy populares su primo hermano Arturo “Zambo” Cavero. Yo le grabé hace muchos años Mi comadre Cocoliche, después la grabó Arturo, también Mueve tu cucú, En el galpón y el tan conocido Negrito Chinchiví, que lo voy a hacer ahí, lo voy a hacer cantar a él un vals y luego de eso voy a hacer el Chinchiví.
Así es que estaré frente a los compositores que me han dado sus canciones y han tenido la amabilidad, como el caso de José Escajadillo, que iba a mi casa, era amigo de la familia, llegaba y me decía: “Cecilia, tengo esta canción” o nos encontrábamos en Sono Radio, me daba canciones, porque Enrique Lynch le pedía y él gustoso me las daba, y las he estrenado, como Perdóname y tantos otros. El mismo Sueño de Pochi, yo le decía “Ay, no, Pepe, esa canción es un poco alta”, él me decía: “Cecilia, grábala, yo sé lo que te digo”. No todos sus valses se adaptan a mí, por eso no canto todos sus valses. He tenido la suerte de tenerlos cerca, como tuve a Andrés Soto, como me hubiera gustado tener a tantos más. Ellos dos van a estar ahí.
Hablando de Andrés Soto, te inspiras en su tema Quisiera ser caramelo para ponerle nombre a tu último espectáculo.
El espectáculo se llama Quisiera ser como el tiempo, la canción de Andrés es un bello tema que, me parece, es el preferido de Mario Vargas Llosa. Su primo, Luis Llosa, me contaba que lo ponía todo el tiempo, que cuando fue a Madrid y llegó a su oficina, tenía de fondo musical ese tema:
Quisiera ser caramelo
de mil colores y aromas.
Quisiera ser como el tiempo
que no le teme a las horas.
Esa frase me encantó. Efectivamente, el tiempo no le teme a las horas, ni a los días, ni a los meses, ni a los años. Somos nosotros, los seres humanos, los que tenemos ese temor. Yo, por lo menos, siempre he tenido temor a los años, porque pasan y se llevan mucho de uno y también dejan muchas arrugas y muchas bolsas debajo de los ojos.
Como dice Rubén Blades en Maestra vida, “el tiempo no se detiene ni por amor, ni por dinero”.
No, por nada, efectivamente. ¡Maestra vida, camará!
Hay un factor que une a Rubén Blades, a César Miró y a ti: son aliancistas.
¡Qué lindo! ¡Sí! ¡Arriba Alianza!
En tus primeras producciones encontramos a Chabuca Granda, Andrés Soto, José Escajadillo, y en las dos más recientes tenemos a compositores más contemporáneas, entre los que destaca Lourdes Carhuaz.
Es verdad. Es muy buena, canta estupendo, ella siempre ha hecho coros, aunque siempre ha tenido que ser solista, pero cosas de la vida. Efectivamente, la escogí a ella porque tiene mucho sabor, mucha improvisación en sus canciones, además que he seguido la línea de cuando empecé, fui una de las primeras en hacer música negra, como el landó.
No solamente una de las primeras en hacer música afroperuana sino una de las primeras en bailar en el escenario, lo que era infrecuente en aquella época.
A eso me refería. Efectivamente, se habían grabado El congorito, Alicia Maguiña había hecho No me cumben, pero cuando saco el Toro mata no era en festejo sino en ritmo de landó, que hasta esa época no se conocía, solamente lo hacía Perú Negro como parte de su coreografía, un tema que en escena se ve bellísimo. Yo me quedé impresionadísima en México, cuando fui con Chabuca, Perú Negro y muchos artistas más, entonces dije: llegando a Lima quiero grabar esta canción, pero como solista, y la verdad fue un atrevimiento porque vine a Lima y le dije a Enrique Lynch: “Señor Lynch, tengo una canción que me encanta, quiero hacerla como solista”, se la puse, le encantó. Ya la cantaba una artista que para mí no habrá otra como ella: Lucila Campos; Caitro Soto también la cantaba. Yo dije “Me atrevo. Voy a llamar a los Vásquez”. Está don Vicente en la primera guitarra, Abelardo Vásquez en el cajón y el coro con su hermana María Julia, estaba Oswaldo, Pipo, con ellos. Enrique Lynch le puso su piano, no quedó mal. En la primera toma quedó.
Fuiste la primera solista en grabar el Toro mata, en tu primera producción, en 1971. Esa es la versión que escuchó Celia Cruz y llevó a Nueva York para grabar en su primera producción con la Fania: Celia & Johnny, en 1974, y se hace famoso mundialmente.
Quizás si ella me hubiera preguntado, le hubiera dicho que es “Hacer el quite a Pititi”, quiere decir que en la época de la Colonia no se les permitía a los negros ser toreros: “la coló”, o sea, ser negro, no le permite “hacer el quite”, torear.
En sus memorias, Celia Cruz habla de ti: “Con la Fania, en Celia & Johnny cada cual trajo sus ideas sobre los números que se debía grabar. Yo traje Toro mata, una canción peruana muy bonita que aprendí durante los días que pasé en el Perú a mediados de los años setenta. Yo estaba presentándome en un teatro de ese país andino y oí a una muchacha Cecilia (nunca he podido acordarme de su apellido o quizás nunca lo supe) que lo cantó. Me gustó, le pedí a un señor que se llamaba Alberto Castillo, y que copiaba muy bien, que anotara la música. Él la escuchó, se aprendió la melodía, me dio la parte para piano y así me la traje para Nueva York. Creo que le llevé el disco a Pacheco y le gustó, porque está en un tiempo muy peruano”.
Claro que sí. Era un landó, no era un festejo, el landó tiene mucha sincopa; imagínate a Johnny Pacheco, que era un monstruo del ritmo, le encantó. Y se grabó.
A propósito de Vargas Llosa, encontramos en un libro suyo lo siguiente: "Cecilia Barraza había sido su amor secreto, antes incluso de verla en fotografía o en persona. Se enamoró de ella por su voz; no se lo había contado a nadie, era algo íntimo. Se sintió conquistado, conmovido, embrujado, querido, desde entonces, en las noches, antes de dormir o en los amaneces, antes de levantarse, se imaginaba a veces viviendo entre arpegios, cadencias, celajes y arrobos, junto a esa cantante llamada Cecilia Barraza. Sin decírselo a nadie, había reunido una buena colección de fotos de ella aparecidas en diarios y revistas, que guardaba celosamente con llave en un cajón del escritorio. Creía tener todos los que había grabado esa artista que, a su modesto entender, había elevado a nuevas alturas la música criolla, los valses, las marineras, los tonderos, los pregones".
Estamos leyendo fragmentos de El héroe discreto, novela de Mario Vargas Llosa publicada en el 2013 y que tiene en Cecilia Barraza un motivo de idolatría por parte de su protagonista, Felícito Yanaqué. ¿Qué sentiste cuando leíste estas líneas?
Me sorprendí, realmente, porque yo sabía que Mario Vargas Llosa me admiraba, admiraba mi voz, porque me lo había dicho ya, pero no imaginé que me iba a inmortalizar en un libro, porque los libros quedan para toda la vida.
No es primera vez que aparecías en una novela de Vargas Llosa.
Anteriormente aparecí en Travesuras de la niña mala.
Donde también eras la artista favorita del protagonista, Ricardito Somocurcio.
Ricardito Somocurcio, que estaba tan deprimido por la niña mala que ni siquiera tuvo ánimo de ir a una peña, a la que lo había invitado su primo, Alberto Lamiel, a ver su artista favorita, Cecilia Barraza. Eso para mí era, obviamente, una demostración de admiración.
Esta admiración es la que te tiene Vargas Llosa y que te ha confesado en más de una ocasión, y que de algún modo has correspondido en la celebración de sus setenta años, donde cantaste algunos temas.
Fue en la Huaca Pucllana. Patricia me dijo, me comentó que iba a ser su cumpleaños, fui y le canté, recuerdo haberle llevado sus últimos dos discos, se los dediqué y se los di. Después estuve en la Bienal Vargas Llosa, en el Gran Teatro Nacional, donde canté: se levantó, se acercó, me besó la mano, nos tomamos una foto. Siempre ha sido muy amable conmigo.
Pasas tiempo leyendo, inspirándote con poetas como Neruda.
¡Neruda me encanta! Sus metáforas me tocan el corazón.
Recuerdo una entrevista que te hizo José Gabriel Chueca, que publicó Perú21 el 31 de octubre del 2002, el titular es: “He vuelto a leer a Neruda, que me mata”.
¡Sí…!
No es el único poeta con el que has tenido un vínculo lector. Has sido también amiga de poetas de la generación del sesenta, del setenta, de César Calvo, que prologó tu álbum Alborotando (1998).
Sabes toda mi vida, ¿no serás de algún servicio secreto? He conocido a Juan Gonzalo Rose, lo leo, lo releo, es una maravilla, es un gran poeta, cuando dice: “Marisel/ Yo recuerdo que tú eras/ como la saliva de las aves/ cuando el amor las tumba de gozo en los aleros”. Vivo la poesía cuando la leo: “Marisel, la vida pasa/ sin que ningún instante nos traiga la alegría/ Ha debido morirse con nosotros el tiempo/ o has debido quererme como yo te quería”. Yo soy románticona, pues, soy recontra romántica, y me gusta. A mí me gustan las cosas de García Lorca, mi papá leía mucho a Lorca y a José Santos Chocano, me leía Magnolia, siempre me decía que él sentía que yo era su Magnolia.
Su única hija.
Yo podía ser su Magnolia y todo un jardín entero.
También disfrutas las ficciones, la narrativa. Recuerdo un programa, Vano oficio, en el que hablaste sobre Madame Bovary.
Es que es una mujer que me parece… Me hubiera gustado ser Madame Bovary. Una mujer que sorprendió en su época, nunca la he juzgado, al contrario, pienso que era una mujer fuera de época, una mujer tan soñadora. Todos, de alguna manera, tenemos algo de Madame Bovary.
Pero no tengas el final de Madame Bovary.
No, no, no me voy a envenenar. ¿Sabes qué quisiera? Morir dormida.